Agosto de 1999 — Noche de verano
La gente se agrupaba en las galerías de piedra o se movía entre las
sombras, por las colinas azules. Las lejanas estrellas y las mellizas y luminosas
lunas de Marte derramaban una pálida luz de atardecer. Más allá del anfiteatro
de mármol, en la oscuridad y la lejanía, se levantaban las aldeas y las quintas.
El agua plateada yacía inmóvil en los charcos, y los canales relucían de
horizonte a horizonte. Era una noche de verano en el templado y apacible
planeta Marte. Las embarcaciones, delicadas como flores de bronce, se
entrecruzaban en los canales de vino verde, y en las largas, interminables viviendas que se curvaban como serpientes tranquilas entre las lomas,
murmuraban perezosamente los amantes, tendidos en los frescos lechos de la
noche.
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