El sol se ponía.
La casa se cerraba, como una flor gigantesca.Un viento soplo entre las columnas de cristal.En la mesa de fuego, el radiantepozo de lava plateada se cubrió de burbujas.
El viento movió el pelo rojizo de la señora K y le murmuró suavemente en los oídos.
La señora K se quedo mirando en silencio con ojos amarillos, humedos y dulces al lejano y palido fondo del mar como si no recordara algo.
Ray Bradbury
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