A la luz del sol se funde la nieve, los cristales se evaporan transformándose en nubes, en nada. A la luz del fuego los vapores danzan y se desvanecen. En el cráter del volcán, las cosas frágiles estallan y se volatilizan. La joven marciana, ante el disparo, ante el calor, ante el impacto, se dobló como una bufanda de seda y se fundió como una figurita de cristal. Lo que quedó de ella —hielo, nieve, humo— se lo llevó el viento.
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