Los cuatro hombres, sudorosos luego de la larga caminata se detuvieron y le preguntaron a una niña Dónde estaba la casa del señor Lii -Ahí- dijo la niña con un movimiento de cabeza. El capitán puso una rodilla en tierra, solamente, cuidadosamente, y miró el rostro joven y dulce. -Oye, niña, quiero decirte algo. La sentó en sus rodillas y tomó entre sus manazas las manos diminutas y morenas, como si fuera a contarle un cuento de hadas preciso y minucioso. -Ray Bradbury-
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