Era como esos días en que se espera en silencio la llegada de una tormenta,
y la presión de la atmósfera cambia imperceptiblemente, y el cielo se
transforma en ráfagas, sombras y vapores. Los oídos zumban, empieza uno a
temblar. El cielo se cubre de manchas y cambia de color, las nubes se
oscurecen, las montañas parecen de hierro. Las flores enjauladas emiten
débiles suspiros de advertencia. Uno siente un leve estremecimiento en los
cabellos. En algún lugar de la casa el reloj parlante dice: «Atención, atención,
atención, atención...», con una voz muy débil, como gotas que caen sobre
terciopelo.
ban, empieza uno a
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